Lección 6 Jesucristo – Profeta, Sacerdote, y Rey Sin duda se concordará en que Jesucristo es la figura central del propósito divino y, en consecuencia, de las Escrituras. Hemos visto cuatro promesas específicas que tienen que ver con él: (1) la promesa de la "simiente de la mujer" para destruir el pecado y la muerte; (2) la promesa de una "simiente" de Abraham; (3) la promesa a David acerca de un hijo que se ha de sentar en su trono para siempre; (4) la promesa de uno que ha de venir con derecho divino para gobernar el reino de Dios (Ezequiel, capítulo 21). Por supuesto, hay muchas otras profecías que hablan de la obra de Jesús. Podemos considerar esta obra como triple. Primero, la "simiente de la mujer" había de morir como un sacrificio por el pecado; segundo, él como sacerdote y mediador en el cielo; tercero, como el gobernante del mundo cuando regrese. De este modo, él es 'profeta, sacerdote, y rey'. Aproximadamente cuatro mil años después de que se hizo la primera promesa, nació Jesús. Su madre fue María. José no fue su padre. Él nació por la acción del poder del Espíritu santo, como queda perfectamente claro en el primer capítulo del evangelio según Lucas. Preferimos que usted lea esto por sí mismo; eso será mejor que nuestras palabras. También hay un relato acerca del nacimiento de Jesús en Mateo 1:18-25. A María se le dijo que el nombre de su hijo había de ser Jesús. Esto en hebreo era Joshua y significaba "Salvador". Más adelante trataremos acerca de la obra redentora de Jesús--y entonces también examinaremos la pretensión falsa de que él existió antes de su nacimiento, y la herejía de "la trinidad". Nuestro propósito ahora es verlo como la figura central del propósito de Dios y verlo así en aspectos del pasado, presente, y futuro. Casi nada se nos dice acerca de su juventud; pero tenemos cuatro relatos que nos dan mucho detalle acerca de los 3 años y medio de su predicación y ministerio; esto empezó cuando él tenía alrededor de 30 años de edad. Anduvo por todas las partes de Judea, Galilea, Samaria, hablando acerca del evangelio del reino de Dios, haciendo también muchos milagros. Finalmente llegó el día de su muerte--su crucifixión. Tal era el predeterminado consejo de Dios--la manera en que debería morir como un sacrificio por el pecado. Su propia nación lo entregó a las autoridades romanas para que le dieran muerte. Aquí hubo una combinación de la voluntad divina y la perversidad humana. Por cuanto los judíos no reconocieron que él era "Hijo de Dios"--ni tampoco lo aceptaron como el hijo prometido a David. De ahí que su odio les hiciera conspirar para matarlo--y al hacerlo, cumplieron la intención de Dios de que él debería morir--la "simiente de la mujer" fue "herida en el talón", tal como se predijo en el tercer capítulo de Génesis. Será especialmente útil examinar los siguientes pasajes en conexión con esto: Hechos 2:22-23; 3:13-18; 10:37-39; 13:27-29. Al tercer día Jesús resucitó de entre los muertos. Esto fue la obra de Dios. Siendo un hombre totalmente justo, no se permitiría que Jesús permaneciera en el sepulcro (como dijo Pedro en Hechos 2:24). En algún momento, en el día de su resurrección, él habría recibido la dádiva de la inmortalidad de parte del Padre. Esto es "habiendo sido perfeccionado"--como se expresa en Hebreos 5:8, 9. Por cuarenta días Jesús permaneció con sus discípulos y, como nos dice claramente el primer capítulo de Hechos, él les habló acerca del reino de Dios. Ellos hicieron una pregunta natural: "¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" (Hechos 1:6). ¿Tenía alguna justificación esa pregunta? Si usted ha sopesado correctamente el significado de las promesas del Antiguo Testamento, verá que sí se justificaba. ¿Por qué no establecer el reino ahora? ¿Por qué no restaurar el trono de David--puesto que Jesús era (ellos lo sabían) el Mesías de la promesa? Vea la respuesta en el versículo 7. Jesús no dijo que estaban equivocados; sencillamente señaló que aún no era el tiempo para hacerlo. Y añadió que a los discípulos había de asignárseles la obra de predicar el evangelio. Mientras Jesús estaba de hecho hablando de esto, fue repentinamente quitado de la presencia de ellos. Fue llevado al cielo. Entonces aparecieron ángeles ante los atónitos discípulos y les hicieron esta promesa: "Varones galileos, ¿porqué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hebreos 1:11). No creemos que promesa alguna podría haberse expresado con tanta claridad; y no existe base razonable para hacer que las palabras tengan cualquier significado menos un regreso literal de Jesús a la tierra. No sólo eso; el contexto indica que el regreso significará la restauración del reino de Israel. En verdad, ¿no podemos ver que la segunda venida de Jesús es el medio por el cual se cumplirán las promesas de Dios? ¿Adónde fue Jesús? Todo lo que se nos dice es que subió al cielo, y que está a la diestra del Padre (Hechos 2:33; Salmos 110:1). ¿Por qué debió ser llevado? Debido al propósito de Dios, en cuya mano estaban y están "los tiempos" (Hechos 1:7). Porque "ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia" (Hechos 17:31), y cuando llegue ese día, será el tiempo en que Jesús regresará a la tierra y asumirá el reinado que prometido hacía mucho tiempo atrás. Aquí haremos una breve digresión para considerar el significado total de las palabras "el Señor Jesucristo". Esto no es tan sólo un título sino que tiene gran importancia. Jesús, como vimos, significa "Salvador". La palabra "Cristo" viene del griego y significa, y es el equivalente del término hebreo "Mesías". Este último es el gobernante de Israel que Dios prometió a David. Jesús era el Mesías para Israel cuando apareció, y algunos lo reconocieron como Cristo. Pero sin darse cuenta que primero debía realizarse la obra del "Salvador", la nación lo rechazó: "No queremos que este hombre reine sobre nosotros". Así que él los dejó--y en verdad asumirá la función de Mesías cuando regrese; entonces eso no será motivo de discusión. ¿Y qué se puede decir de la palabra "Señor"? Esta indica la absoluta supremacía de Jesús sobre toda la raza humana. Él no es un Señor, sino el Señor. Por su resurrección se ha constituido en Señor de todos. Después de la resurrección pudo decir: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" (Mateo 28:18); cuyo poder será ejercido en su plenitud cuando regrese a gobernar al mundo. ¿Podemos pedirle que, en conexión con esto, lea Filipenses 2:8-11? Muestra que Dios ha exaltado a su Hijo al honor, poder y gloria supremos. De modo que no sólo es nuestro Salvador, sino que, además, es el Mesías de Israel y el Señor designado de toda la tierra. Debemos pensar en estos aspectos cuando usemos la frase "el Señor Jesucristo". Ahora bien, mencionamos a Jesús como 'profeta, sacerdote, y rey'. ¿Y qué hay de su obra sacerdotal? Se le ha llamado un "gran sumo sacerdote" (Hebreos 4:14). En esa función, él es un mediador; "se presenta ahora por nosotros ante Dios" (Hebreos 9:24). Él hace intercesión por aquellos que vienen a Dios por medio de él (Hebreos 7:25). ¿Por quién es esta mediación? ¿Es por todos los que oran a Dios? La Escritura no enseña eso. Puesto que cuando el apóstol usa la palabra "nosotros" es para describir a hombres y mujeres como él mismo, que habían llegado a ser lo que él era--ciertamente un cristiano por creencia en el evangelio y por el bautismo. Es necesario que recalquemos esto un poco. Por cuanto es común que hombres y mujeres se consideren 'cristianos', cuando en realidad no sostienen la verdadera doctrina cristiana y no han obedecido los mandatos de Cristo. El objeto de estas lecciones es hacer una distinción entre el cristianismo nominal y el verdadero. El último es eficaz para salvación, el primero no lo es. De ahí que cuando leemos las cartas del Nuevo Testamento, debemos darnos cuenta de que fueron dirigidas a los 'creyentes', es decir, hombres y mujeres que habían creído y obedecido el evangelio del reino de Dios. De los tales, pues, el apóstol escribió que tenían comunión con el Padre y con el Hijo, y con sus compañeros creyentes; si caminaban "en luz", entonces, escribe él, "tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7). Pero, si alguno peca (es decir, por debilidad)--, "abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo" (1 Juan 2:1). La frase "nosotros tenemos", de Juan, corresponde a la palabra "nosotros" de Pablo (Hebreos 9:24), y ambas expresiones tienen un significado limitado. Ahora, para concluir, unas pocas palabras en cuanto a la obra final de Cristo. Él regresa para efectuar el juicio--primero a su "casa"--luego a un mundo impío. Más adelante trataremos acerca de estos dos puntos. Cristo asumirá la monarquía de la nación de Israel, estableciendo la sede de su gobierno en Jerusalén. Muchas profecías hablan de esto--en particular, véase Isaías 2:1-4. En el transcurso del tiempo su gobierno se extenderá a toda la tierra (lea Salmos 72) y, como nos indica el capítulo 20 del libro de Apocalipsis, el reinado de Cristo dura mil años. El período es deliberadamente limitado, pues tiene un propósito. Al final ha de haber completa abolición del pecado y la muerte. Esto se puede lograr sólo por medio de (1) la dádiva de la inmortalidad a todos los que son dignos de ella; (2) la destrucción de todos los que no lo son. Esto pondrá fin al propósito declarado en el capítulo 3 de Génesis--la destrucción del poder de la "serpiente" que ha de efectuar la "simiente de la mujer". Después del Milenio, el mundo habrá quedado libre de todo mal y pecado--y la obra redentora de Estará completa. El apóstol Pablo resume el fin en unas pocas palabras: "Luego el fin, cuando [Cristo] entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte [...]. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos" (1 Corintios 15:24-28). ¿Qué ocurrirá entonces? La Biblia dice poco acerca de los tiempos post-milenio. Disfrutarán de la vida eterna todos los que reciban esa dádiva. La tierra es su posesión prometida. Una pequeña observación quizás no esté fuera de lugar, es pensar en Cristo como un Rey que, cuando su obra está terminada, él queda sujeto al Padre, para quien se ha realizado la tarea. Aquí no hay lugar para una "segunda persona de la trinidad". Dios Biblia sacrificio volver al evangelio |